viernes, 14 de noviembre de 2008

Hilos de sangre


New one-shot. Espero que les guste ^^.
Abrió un ojo lentamente y allí estaba en la habitación oscura de la que siempre había querido escapar. Un calabozo, ¿quién querría permanecer para toda la eternidad encarcelado?
Un hilo de sangre salió de debajo de los grilletes que rodeaban sus muñecas pasando sobre la sangre seca de tiempos pasados. Ni una lágrima, ni un grito, ni un suspiro ya seco en su interior.
Un leve rayo de Luna se colaba por la reja de la ventana a unos cuarenta metros de altura, proyectaba su luz mortecina sobre el suelo a sus pies, sin poder tocarlo. Pero que más daba si ya no lo sentía, ni el calor, ni el frío, ni el dolor, ni el tacto de los hilos de sangre cayendo por su antebrazo. Atrás quedaron los días en los que se mordía y arañaba para sentirse con vida. Pero ya no sufría, al menos no dolor físico, sus ojos se apagaron y se quedó casi quieto esperando su muerte solo los leves espasmos lo acompañaron. La muerte no pudo proclamarse su dueña, no tenía permitido entrar allí, en la oscura habitación, la que sería su tumba en vida, aunque si cambiaba su actitud y se rendía podría salir, mas ellos sabían que nunca lo hacía. Había estropeado muchas cosas en su vida, pero esa seguiría intacta, sería su regalo. Dejarla con vida.
Un asesino condenado por los suyos a sufrir por no acabar su última misión. Pero ella viviría porque él era el único que tenía derecho a tocarla.
Los ojos oscurecidos brillaron al ver su cara tan cerca.
- Sólo tú puedes matarme, ¿por qué no lo has hecho?, disfrutarías del paraíso. - Porque eres mía, y tu muerte sería un desperdicio.
- Condenado a estar aquí por siempre, patético para alguien como tú, alguien que solo vivió para obedecer a su Dios.
Las alas blancas a su espalda resplandecieron al moverse suavemente y una mano se elevó para tocarla. Un nuevo hilo de rojo salió por las heridas salpicando con su brusquedad la cara y las alas negras de ella. Sólo rozó el aire, como siempre. Nunca iría a verle, no matarla sólo era una debilidad más, un ángel impuro para el diablo perfecto.
Nunca más tocaría su rostro, sus labios, encerrado en el calabozo del paraíso, su mazmorra más profunda, por no querer matarla.
En el rayo de Luna se movió una sombra acompañada por una ráfaga de aire.
- Renuncia a los que te hicieron esto, ven conmigo.
Una pluma negra le rozó la mejilla, sus ojos se cerraron al sentir la caricia de sus dedos y su voz susurrando tan cerca otra vez de él, tan real y ahora tocándole.
- Ven a los infiernos conmigo.
No podía negarse al ver libres sus muñecas y sentir su mano siendo elevada de nuevo hacia en hermoso rostro, una de sus muñecas rozó la boca que ansiaba besar, probar por primera vez, la lengua recorrió la herida con una caricia, probando su sangre, la sangre del asesino de los cielos.
- Es mi castigo, si salgo acabaría por matarte, es odio contra ti lo que corre por mi sangre.
- La sangre que él derrama cada día, no me importa vivir en peligro contigo, no me importa morir en tus manos.
Soltó la mano que lo sostenía y volvió a dejarla caer. Esas serían las palabras más humanas que la oiría pronunciar.
- No podría vivir con tu muerte.
Los grilletes volvieron a sus muñecas y una lágrima, la primera y última de su eterna vida cayó por la mejilla del diablo desvaneciéndose antes de tocar al ángel.
Quietud de nuevo, el fin de las esperanzas de salir de su agujero, no sería un demonio, solo un ángel caído, eternamente atado, nunca más volvería a ver su bella cara, ni a sentir alguna de sus caricias, era una despedida, no una de las alucinaciones que siempre le recorrían, la pluma negra que permanecía en el suelo tenuemente iluminada por el rayo de Luna lo demostraba. Un recuerdo que estaría presente delante de su mirada, sin moverse, ojos apagados de nuevo y por siempre, enfocando aún sin verla una pluma oscura. No más visiones solo completa soledad y un corazón sin sentimientos para no sufrir.
Hilos de sangre cayendo sobre sangre seca.