Marie, precioso ángel blanco que iluminas la oscuridad de mi alma,
y a pesar de la oscuridad de tus ojos color café, yo veo la luz en su profundidad.
No supe lo mucho que te eché de menos hasta que te vi de nuevo,
y las alas blancas envolvieron tu cuerpo, haciendo ondear tus cabellos.
Hebras del castaño más claro se agitan por el viento creado,
y mueves la cabeza con la ligereza de una mariposa.
Elevas el vuelo antes de que te alcance,
abrazo el aire, mientras veo como te alejas y la luz del sol corona tu pelo como una corona.
Entre las nubes te pierdo, porque te escondes como un gato juguetón,
pero pronto asomas tu rostro entre ellas, de pronto sonriente y te acercas.
"Tengo que irme" susurras, pero es más para ti misma,
un recordatorio de tus obligaciones, porque ya no me perteneces.
Ya no perteneces a nadie, eres libre de volar e ir adonde quieras,
pero, aún así no puedes quedarte, porque aunque sea de oro, estoy en una jaula.
Te vas, y te despido con la mano, recuerdo el tacto de tus suaves alas en mis dedos,
cierro los ojos, de pronto, pensativo.
En como te quiero, y en como te he echado de menos.
Antes de que sea consciente, unas alas nuevas salen de mi espalda,
y sin quererlo vuelo, me alcanzas y me abrazas con una felicidad etérea.
"Por fin, volveremos a estar juntos" murmuro estrechándote contra mi,
"Te quiero".